viernes, 2 de noviembre de 2018

Sombra negra


Es como una nube negra que te devora. Sus fauces de dientes puntiagudos y voraces, te atraviesan el cuerpo, desangrándolo en pos de una muerte segura. No hay escapatoria.

Es incomprensible. Me dicen que es porque pienso con la cabeza y hay cosas se escapan a la razón. No estoy del todo de acuerdo.

Tengo cáncer, mi vida no se parece en nada a mi vida. Mi madre, mis hermanos, mis cuñados, mis sobrinos, mis primos, mis amigos, la gente que me quiere, se interesa por mi salud como una prioridad, me dan su amor y sus cuidados.

Sin embargo, para mi marido la enfermedad no existe. No como alivio del dolor que pueda causar, como estrategia de lucha, sino como escapatoria de su responsabilidad. Y, sin saber cómo, en la vida que compartimos ha conseguido que yo desaparezca, que desaparezca la enfermedad, el amor y los cuidados, convirtiéndose, como siempre ha sido, él el protagonista. Sólo se habla de él. Él dice, él hace, él quiere, él… Él me cosifica, él me degrada, él no me quiere… él y el dolor que me infringe ha conseguido que lo importante, mi salud, pase a un segundo plano.

Es como una nube negra que te atraviesa con sus fauces, te traga lentamente hasta hacerte desaparecer.
 
Me aconsejan que escriba mis experiencias y sentimientos como terapia, lo cierto es que me hace reflexionar, en este caso sobre la semántica y la pragmática de la palabra "marido", o peor, de "mi marido". Intentaré desecharla de mi vocabulario, porque, aunque legalmente lo esté, ya no estoy casada. Él me dijo que "entre nosotros no había nada", nada, este debe de ser el sentimiento que nos una. Él ya lo lleva a la práctica, llenando el vacío de odio y rencor. Espero seguir un camino paralelo, pero no acompañada por el resentimiento, no pienso cargar con tanto equipaje.

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